- evapulido69
- 6 ene 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 dic 2019
Éramos seis los encargados de dar vida al supermercado del barrio. Todos, excepto Beltrán,"El Mazinger", estábamos hechos a medida del pequeño establecimiento, que aún
contado con la trastienda, no alcanzaba ni en tamaño ni en poder de atracción consumista, al nuevo Mercanova, con el que nuestra clientela de toda la vida, ahora nos era infiel.
Cada año, llegaba esa mañana, en la que el somnoliento grupo quedaba sorprendido al entrar en la tienda y encontrar la decoración navideña ya instalada. Las exclamaciones ante el hallazgo, iban, desde el ¡Oooooooh! ingenuo de Luci, la cajera, al pesimita, ¡Ya está aquà otra vez! de Beltrán el repartidor.
Esta vez los adornos elegidos por la hija del dueño de la cadena, habÃan sido unas magnÃficas guirnaldas elaboradas con lentisco fresco, acebuche y algún arbusto de bolitas rojas.
El efecto de todo aquello, me recordaba una de las estampas que ilustran el ejemplar de Mujercitas que atesoro desde pequeña, en la que las cuatro hermanas entraban en una maravillosa tiendecita, con una ilusión tan grande como el miriñaque de sus faldas y una ambición tan pequeña como la cantidad de monedas que llevaban en sus bolsillos.
Mientras nos acomodábamos a nuestros puestos de trabajo, compartÃamos los pequeños acontecimientos del dÃa. Como el resfriado que Martina, la frutera , pretendÃa contagiarnos a todos entre risas y fingidas toses, o el grito de reclamo de la deuda de loterÃa, que Carmen la carnicera, dirigÃa chaira en alto a la otra Carmen de la pandilla, que sobresaltada, brincó lanzando al aire un rosario de Chorizos.
Solo PepÃn, mientras reponÃa las bebidas, pudo ver el respingo de la charcutera, que no tardó en imitarnos con todo lujo de detalles, y asà seguir aumentando las risas y el jolgorio del grupo.
Llegaba la hora de encender luces y megafonÃa. Todos sabÃan que era señal de "levantar el telón", - como a mà me gustaba llamar a la apertura de la tienda. - ¡Yyyyy..Acción!, les gritaba desde el panel de luces.
Algunos apresurados clientes, entraron sin apenas darse cuenta del engalanamiento de la tienda. Tampoco prestábamos atención a las cuñas publicitarias, que entre villancico y villancico, una voz ya demasiado familiar para todos, anunciaba las ofertas con tono mecánico y amable.
Asà que nuestras personalidades de empleados de gestos contenidos y frases educadas, volvieron a ocupar su lugar, para que el dÃa transcurriese como cualquier otro dÃa de trabajo en la tienda.
Una buena mañana de ventas, dio paso a una tranquila tarde con pocos clientes, del tipo, merodeador-preguntón. El cansancio me comenzaba a pesar en los pies y en la cabeza. Los aromas de frutas, carnes y toda clase de productos que normalmente disfrutaba, ahora me resultaban excesivos y en aquel momento insoportables, al mezclarse con un aroma, "Esencia" Loewe, procedente de alguien, que sin llegar a ver, seguà hasta el pasillo de los chocolates. Aturdida comencé a sentir, que todos los objetos que me rodeaban, se tornaban en colores básicos y brillantes de fondo tosco, igual a alguno de los dioramas en forma de teatrito con los que de niña jugaba a representar historietas inventadas sobre la marcha. Cosas y gentes tomaron su posición inmóvil en la representación y mientras sus ojos seguÃan mi camino por el pasillo, allÃ, sobre el trono de Suchard,reservado para que
Melchor recibiera las cartas de los pequeñajos del barrio, una señora con aspecto de Diva algo retocada, escuchaba las primeras notas del Winter Wonderland, entonadas con el elegante swing de Ella Fitzgerald.
_ No es maravillosa_,
-Perdone es a mi, respondà sorprendida.
_ ¡Ella! ¡es Ella! _ replicó mientras señalaba con el dedo hacia arriba, animándome a escuchar a la Fitzgerald.
-Si, realmente bonita- , contesté sin convicción y sorprendida por el encuentro con aquella mujer que reconocà del famoseo televisivo.
-Yo la conozco, no es usted Espido..¡si claro, la escritora!-
_Dios, no tenÃa que haber hecho caso de esa peluquera_. _¡Mira reina, como vuelvas a nombrarme a esa estirada, me voy por donde he venido y santas pascuas!_
-Perdone, creà que....pero escritora si que es ¿verdad?-
_Me llamo Lucia querida y llevo demasiado esperándote, asà que vamos al turrón_, me contesto atusándose la melena con un gesto algo inseguro.
_Debes saber, que como miembra del club de Adas Madrinas de empleadas de supermercados, me ha sido encomendada la tarea de concederte un deseo_
-Querrás decir miembro-
_No, si al final te quedas como estás guapa_
HacÃa tiempo, que ni tan siquiera me preguntaba, que era lo que me impulsaba a levantarme cada dÃa, o si habÃa algo que me ilusionase. VivÃa en una plácida rutina.
_Deja que te ayude_, dijo el Ada Lucia, conciliadora.
Metió la mano en su bolso hippye-chic y sacó de el un espejo que puso frente a mi.
To face unafraid.
that plans that we´ve made
walking in a inter wonderland
SeguÃa Ella cantado y poniendo banda sonora a la escena que el espejo me mostraba.
Aquellos chiquillos, que caminaban de la mano por un paraÃso invernal, mientras compartÃan sus sueños de futuro, eran la mejor versión de lo que habÃamos sido. ¿Que fue lo que nos hizo olvidar, que todo era posible , con tan solo compartir una mirada de admiración y de confianza ciega en el otro?.
_¡Eh chica, que sigo aquÃ! _ Y bien, espero que haya servido el truquito de algo, porque voy fatal con el presupuesto para efectos especiales.
-Si claro Lucia, ya sé que quiero-, dije. -¡Quiero ser escritora!-
_¡Joder guapa como te pasas, ahora quieres hacerme la competencia!_ replicó el Ada nuevamente irritada.
Un chorro de agua frÃa y un bofetón de "el Mazinger", me devolvieron a la realidad. Todos mis compañeros miraban con alivio como despertaba del desmayo, desvividos por saber que lo habÃa provocado.
No podrÃa ocultarlo mucho mas, y de todas maneras en pocas semanas no cabrÃa en el uniforme. Asà que solté la bomba y la algarabÃa volvió a la tienda para dar sentido a aquella Navidad, que serÃa la última que vivirÃa con un solo Amor.
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